Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, éste la salvará.
Señor, me pregunto y te pregunto ¿Es compatible estar dispuesto a perder la vida y a la misma vez amarla? ¿Puedo acaso amar tanto mi vida que esté dispuesto a desprenderme de ella?
No creo que esté contradiciendo lo que tú me dices en estas líneas y si es así, perdóname y corrígeme.
Amo mi vida porque amo mi alma, aun a pesar de que no es perfecta ni santa. El pecado viene una y otra vez sobre mí y me hace caer, y trae tristeza y frustración; pero no me rindo y con tu ayuda me levanto y prosigo. No dejaré que mis enemigos, tus enemigos vencidos por la cruz, me venzan y me aplasten. Contigo a mi lado, esta vida a pesar de la lucha me parece maravillosa.
Amo mi vida porque te pertenece. Tú me compraste con sangre y, por tanto, todo lo que yo pudiera considerar mío es tuyo, y aunque es verdad que en ocasiones me invade la desgana, la pereza para las cosas tuyas, es un placer usar mi tiempo, mi fuerza y mis dones, que al fin y al cabo son tuyos, en ti. Me gusta, amo, cansarme en las cosas tuyas, desgastarme en tu obra y tu persona.
Amo mi vida sí, porque está en tus brazos y perderla en este mundo es perderme en ti.