Pero Dios le dijo: Necio, esta noche vienen a pedirte tu alma; y lo que has provisto, ¿de quién será? Así es el que hace para sí tesoro, y no es rico para con Dios.
Estoy seguro, Padre, de mi salvación, de que nada ni nadie me puede quitar la certeza de que mis pecados han sido perdonados y que tengo entrada segura al cielo. Sé que esto es así porque todo el plan y ejecución de mi salvación es tuya, que he sido puesto en las manos de Cristo, y por tanto, nadie me puede arrebatar de sus manos (Jn.10:28). Todo lo que yo pueda tener de débil, Él, lo tiene de fuerte. Él es vencedor y Señor de mi alma.
Aun así, reconozco que muchas veces actúo como este necio, pues pongo mi fuerza y mi interés en cosas de este mundo, y que por ser de este mundo no podré llevar conmigo. Impulso a mi alma a descansar y a disfrutar de lo que en realidad no me llena, no me satisface, es como tomar un somnífero que me produce solo sopor y engaño.
Olvido que en cualquier momento me puedes llamar a tu presencia, por sorpresa, que el mañana no es seguro y que quizá he perdido el tiempo en atesorar cosas ridículas e inútiles para la eternidad, y no he dedicado el tiempo y el esfuerzo suficiente para atesorar para esa eterna morada ¿No es esto terrible necedad por mi parte?
Padre, ayúdame a redimir el tiempo, a esforzarme en servirte en todo lo que te agrada y demandas, y en gozarme de darte gloria.