Y he aquí hay postreros que serán primeros, y primeros que serán postreros.
¡Qué futuro más terrible y a la misma vez más esperanzador que ofreces con estas palabras!
Tomándolas para mí en este día puedo ver el desengaño que vendrá si creyendo y queriendo estar de los primeros en tu reino soy colocado en los últimos lugares, quizá porque no me esforcé lo suficiente en tus asuntos (v.24) o no me tomé con la seriedad necesaria tus advertencias. Seré salvo aun por poco, pero con vergüenza. Señor que no sea así, ayúdame cada día, y en este día, a ocuparme en esta salvación con todo celo (Filip.2:12).
Qué esperanza y ánimo es para mi alma el saber que aun cuando me sienta lento en la carrera, último y pequeño, tú mides los corazones de otra forma a como solemos hacerlo nosotros. No son ritos, ni apariencias, ni agrado de hombres; sino fidelidad, temor reverente, corazón sincero y humilde. Señor, obra en mí, para que aun contentándome con entrar por tu sola gracia, me esfuerce por ser buen siervo (17:10; 19:17).
Me duele también, Señor, imaginar cuánta gente pensará que por lo que dijeron o por los privilegios que disfrutaron, merecería entrar en tu reino, pero los dejarás fuera. Ayúdame a advertirles, a desengañarles ahora que están a tiempo.