Ningún siervo puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas.
No, mi corazón no puede estar dividido entre dos amantes o entre dos señores, pues entonces soy infiel a uno o a ambos de ellos. ¿No sería esto adulterio espiritual?
Pero yo me veo así muchas veces Señor. ¿Cómo es posible? Con mis palabras te digo que te amo, que eres lo que más desea mi alma y que tú la llenas por completo. Y luego me veo buscando entretenimiento que tú aborreces o llenándome de gozos vanos.
Me llamaste a tu servicio cuando me sanaste de mi condición y me libraste de mis cadenas y de mi culpa. Te prometí entonces que me debía a ti y que tu voluntad sería la mía; pero la realidad muchas veces es otra. Me veo corriendo detrás de otras voluntades, entre ellas la mía propia que es tan caprichosa. Dedico mi poco tiempo y mis pobres dones a amos que son crueles e injustos: comodidad, casa, aceptación, etc… ¿Por qué lo permite mi alma, por qué soy tan infiel e indigno contigo?
Gracias, Dios mío, porque tú sí eres fiel conmigo a pesar de todo.
Ayuda a mi alma a recordar que no hay mejor amor que el tuyo y mejor señor que tú.