Él les dijo: Lo que es imposible para los hombres, es posible para Dios.
Qué bendita y consoladora verdad es esta y cuán hermosos los labios que las pronunciaron. Me son como música sanadora cuando suenan en mi memoria en momentos difíciles.
Pronunciaste estas palabras, Señor mío, a causa de un rico que amaba más sus riquezas y unos discípulos que desesperaban porque le veían marcharse sin la salvación. (v.26).
Así me he sentido yo muchas veces ante la dureza de corazón de gente que me rodea. ¿Cómo podrán salvarse si su corazón está en sus riquezas, sean las que sean, porque riqueza puede ser la familia, el placer, etc…?
Es entonces cuando me recuerdas que la salvación de los pecadores no depende de sus ritos o buenas obras, a ti no se te puede comprar, ni la ofensa se puede borrar con regalos.
Tampoco son las habilidades del mensajero, aun cuando seamos fieles y capacitados, como tú demandas. Pobre de mí y pobre de ellos si su salvación dependiera de mí aun en una mínima parte.
Para ti sí es posible y tú puedes todo lo que quieres y lo dijiste tú, Señor, que te hiciste rescate, siervo sufriente para hacerlo posible.
Gracias Señor que la salvación del pecador es tuya y solo tuya.