Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido.
Quiero volver a darte gracias en este día por estas palabras en las que me identifico y que tantas veces al venir a mi memoria me han sido de gozo.
Gracias Señor porque viniste a buscarme, por ser tú quien tomó la iniciativa, pues yo no sabía que estaba perdido, ni habría podido ni querido dar un paso para ser encontrado. Lo terrible del estado espiritual que produce el pecado es que uno es ignorante de su extravío, como el enfermo que no sabe que su enfermedad le destruye mortalmente en sus entrañas.
¿Qué habría sido de mí si no me hubieras encontrado? Veo hoy a tantos compañeros míos, de mi tiempo de confusión que aún siguen dándose golpes en su obscuridad, que no puedo ni quiero hacer ahora otra cosa que darte gracias.
Gracias por librarme del daño del hoy y del desastre de mañana. ¡Qué terrible habría sido quedar perdido por toda la eternidad (2 Tes.1:9)!
Aun ahora, cuando por diferentes causas me puedo sentir confuso y como perdido, lo único que tengo que hacer es sentir cómo tu mano sujeta la mía. Cuando tengo duda de la dirección que he de tomar, solo tengo que buscarte en el horizonte, y como el faro de mi alma, seguir tu luz.