Pero antes de todas estas cosas os echarán mano, y os perseguirán, y os entregarán a las sinagogas y a las cárceles, y seréis llevados ante reyes y ante gobernadores por causa de mi nombre. Y esto os será ocasión para dar testimonio.
Perdóname, Padre, si me cuesta esperar que estas palabras se cumplan en mí, y mucho más el buscarlas.
Claro que quiero dar testimonio de tu Hijo, del evangelio. Por supuesto que deseo que más gente conozca a tu Hijo y lo acepte como su Salvador y Señor. Me gusta predicar el evangelio, creo que no hay mejor oficio que este en el mundo. Me gusta hablar con cualquiera del beneficio de la cruz, sentarme con quien quiera y argumentar de la riqueza y el bien que trae el evangelio.
Lo que no me gusta, es dar este testimonio en la adversidad, que me traiga daño a mi cómoda vida. Cuando te pido que me hagas buen siervo y testigo tuyo, pienso en fruto y resultado desde mi comodidad, sin perjuicio para mí.
En esta mañana quiero pedirte perdón por esto, y por tanto, ayuda. Quiero que me quites el miedo al sufrimiento, que me quites la vergüenza de hablar de tu Hijo a ciertas personas y circunstancias. Quiero que me des celo y valor para estar siempre dispuesto a buscar la oportunidad de testificar de Él, sin que me asusten las posibles consecuencias.
Quiero ser testigo de tu Hijo y de su obra hoy y siempre, en lo fácil y difícil, en lo bueno y lo malo.