ISAIAS 8 12 13No llaméis conspiración a todas las cosas que este pueblo llama conspiración; ni temáis lo que ellos temen, ni tengáis miedo. A Yahveh de los ejércitos, a él santificad; sea él vuestro temor, y él sea vuestro miedo.

Estas palabras son de una lógica aplastante. Temerte a ti elimina todo otro temor. Tenerte a ti no deja espacio para tener nada más. Servirte implica que ya no puedo servir a otro.

Pero, Padre, tengo que confesar que «del dicho al hecho hay un buen trecho», que es muy fácil afirmar con la boca, pero difícil de confirmar con obras. Hay contradicciones entre mis intenciones y mis acciones. Por eso, hoy también necesito de tu ayuda.

Me he levantado en esta mañana, como tantas veces lleno de preocupaciones. ¿Seré capaz, tendré el coraje y el ánimo suficiente para esas decisiones que tengo que tomar? ¿Qué dirán de mí, qué ven? ¿Me darán la espalda, contaré con su apoyo? ¿Y si no soy capaz de soportar el desprecio o la vergüenza? ¿Podré vivir sin esto o sin aquello? ¿Tendré lo suficiente para una vida digna? ¿Dependo más de las cosas materiales o de las espirituales? ¿Dónde pongo mayor esfuerzo, tiempo, dones?

¿Ves Padre? Estoy lleno de temores y por eso te pido que me los quites y me hagas descansar en ti, santificarte en mi vida, ponerte en el lugar apartado y central de mi mente y mi corazón, que me hagas ver que tú lo eres todo, que teniéndote a ti, no me faltará nada, que mejor es el dador que la dádiva.

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