Cantad salmos a Yahveh, porque ha hecho cosas magníficas; sea sabido esto por toda la tierra.
Todo este pequeño capítulo es una invitación a cantarte Señor, y aunque se señala un día concreto (v.1), toda la Escritura en sus diferentes épocas me indica que debo de hacerlo, por tanto, me lo tomo en esta mañana como una tarea y mandato concreto.
La verdad es que justo hoy me he despertado con una fuerte congoja en mi interior, esa tristeza que tú sabes bien, en ocasiones cubre mi corazón, y que hace que vea todo un poco gris.
Quizá sea causado por el cansancio mental y no haber calculado bien mi capacidad, quizá sea el desánimo al no ver el fruto esperado, o ese sufrir lo que otros sufren o quizá sea mi propia lucha espiritual.
Si en una mañana oscura como esta me dices que te cante, será por algo y yo lo hago.
Te alabo porque, aunque tienes por qué enojarte conmigo, apartas tu indignación (v.1); porque miro hacia adelante y aunque haya sombras, tu luz es más fuerte (v.2) porque, aunque tenga ojos cansados para ver, sigo viendo y sintiendo alrededor de mí tus obras magníficas.
Siento la inmensa necesidad, incluso en medio de mi congoja, de decirle a todos que te canten y alaben porque lo mereces y a la vez es medicina para sus almas, lo está siendo en mí ahora.