Yahveh, tú eres mi Dios; te exaltaré, alabaré tu nombre, porque has hecho maravillas; tus consejos antiguos son verdad y firmeza. Y se dirá en aquel día: He aquí, éste es nuestro Dios, le hemos esperado, y nos salvará; éste es Yahveh a quien hemos esperado, nos gozaremos y nos alegraremos en su salvación.
Todo este capítulo de tu palabra me hace mirar hacia el pasado y hacia el futuro, y aunque reconozco que mi tiempo es muy diferente al tiempo de tu profeta Isaías, pues la obra del redentor ya está cumplida, el presente aún sigue balanceándose entre lo que fue y lo que será.
Te doy gracias Dios mío por todas tus promesas, todo lo que revelaste en el pasado. Muchos de tus consejos ya son una realidad, lo que muestra que tu palabra es segura y fiel (v.1).
Te doy gracias también por aquel día que anunciaste y me ha de venir, y que yo espero con gran anhelo, en el que me gozaré con todo tu pueblo en la plena y completa salvación (v.9).
Siempre ha sido así desde que me permitiste ver en tu palabra y estar en tu presencia.
Puedo mirar al pasado y entender, fundamentar mi fe, descubrir a tu Hijo, ya no solo en sombras y promesas, sino en su venida y finalización de su obra. ¡Cuánta luz, cuánta certeza y seguridad me da tu historia y palabra!
También puedo, en esta mañana, mirar hacia adelante y descansar con esperanza firme en la venida de tu Hijo, ahora para recoger su obra.
Ya no me preocupa tanto el presente, sino este glorioso pasado y futuro.