ISAIAS 38 17 He aquí, amargura grande me sobrevino en la paz, más a ti agradó librar mi vida del hoyo de corrupción; porque echaste tras tus espaldas todos mis pecados.

Me gusta esta expresión que traes delante de mí en esta mañana y que aplico también a mí mismo como lo fue en Ezequías: «echaste tras tus espaldas todos mis pecados».

La enfermedad de Ezequías tuvo que ser terrible, por lo dolorosa y mortal (v.1), pero también porque despertaron en él todos los temores del alma (v.12-13). Tiene que ser terrible cuando vemos cerca la hora de partir y no se está preparado y no hemos dejado las cosas en orden. Pero a la misma vez tiene que ser tranquilizador cuando estamos listos y todo en regla para la partida, cuando lo único que hay que hacer es esperar a que nos llames por nombre a tu presencia, y todo porque sabemos que el mayor obstáculo, el pecado, ha sido echado a tus espaldas, que es otra forma de decir que ya no tendrás memoria de ellos (43:25).

No sé cómo serán mis días después de este, no sé cómo reaccionaré ante la enfermedad o el dolor, si seré consciente de la cercanía de mi partida o no, pero tú Señor, sí lo sabes, como sabes del estado de mi corazón y de mis palabras en esa hora, por eso te pido que en ese día todo me lleve a alabarte por echar tras de ti todos mis pecados.

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