Por amor de mi nombre diferirá mi ira, y para alabanza mía la reprimiré para no destruirte.
Tu palabra no me permite pensar que haya oposición entre tus atributos, Dios mío, pero reconozco que a veces tus palabras me sorprenden. Cada uno de tus atributos es infinito y perfecto porque tú lo eres y, por tanto, yo como criatura finita no puedo medirlos o comprenderlos totalmente. ¿Justo y misericordioso a la vez conmigo? ¿No puedes ver el pecado, mi pecado, y a la vez eres omnisciente y ves todas las cosas? ¿Santo, y me atraes a tu presencia siendo yo pecador?... Podría seguir así con cada uno de tus atributos hasta agotarme.
Por amor y alabanza de tu nombre es que difieres o reprimes tu ira para no destruirme. Por amor a tu gloria y a cada uno de tus atributos, es que reprimes tu santa ira. ¿No sería más lógico que tú ejercieras tu ira conmigo, para así glorificar tu nombre?
Cuando dices que desvías tu ira por amor a tu nombre ¿Hacia dónde lo haces? ¿Hacia tu Hijo? ¿Desvías tu justa ira contra mí en tu santo Hijo, por amor a tu glorioso nombre, para no destruirme a mí? ¿Podría haber imaginado hombre alguno un evangelio como este? Gracias Dios mío.