Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Yahveh cargó en él el pecado de todos nosotros.
Con toda razón se dice que en este capítulo de tu siervo Isaías es donde está más claramente expuesto el evangelio de tu Hijo en todo el Antiguo Testamento. Me cuesta escoger un versículo, porque todos ellos me llevan a Él y me hacen meditar y descansar, gozarme y darte las gracias por este evangelio tan grande.
Como ovejas torpes perdimos el camino de salvación que llevaba a ti, Dios mío. En mi orgullo seguí mi camino, el que yo pensaba que era mío, sin darme cuenta que mi corazón me engañaba, mi instinto estaba dominado por fábulas vanas y mi conciencia dormida.
La culpa de todo era el pecado que dentro de mí me dominaba y que no solo me hacía estar perdido, sino que me llevaba a mayor perdición, a un lugar sin retorno.
Pero entonces apareció Él, tu Hijo, y ahora mi Salvador y Señor. Él, que era limpio de maldad en hechos y palabras, tomó sobre sí mismo todos mis pecados. En realidad, fuiste tú quien lo enviaste, tú quien traspasaste mis pecados a Él, y tú quien lo condenaste y clavaste en mi lugar. Por Él fui yo sanado delante de ti. ¿Cómo no voy a tomar conmigo otra vez estas palabras?
No importa lo que ocurra hoy, este mensaje ya es mío.