JEREMIAS 46 28Tú, siervo mío Jacob, no temas, dice Yahveh, porque yo estoy contigo; porque destruiré a todas las naciones entre las cuales te he dispersado; pero a ti no te destruiré del todo, sino que te castigaré con justicia; de ninguna manera te dejaré sin castigo.

Me costaría entender estas palabras tuyas, Padre, si no fuera porque me has permitido conocerte y conocer a tu pueblo, a quien se las diriges.

Lo que comienza con unas palabras de ánimo “No temas, porque yo estoy contigo”, termina con una severa amenaza “Te castigaré con justicia”. ¿Cómo pueden complementarse estos mensajes tan distintos?

Pero enseguida he vuelto hacia atrás y he comprendido lo que leía, lo que me revelas por Jeremías.

Tu siervo Jacob, es decir, tu pueblo Israel, ha pecado y por eso le has levantando enemigos, que al final los llevarán lejos, al exilio, los dispersarás. Pero tu enfado no durará para siempre, porque tú castigas a los tuyos como un padre disciplina a sus hijos, a quienes ama. No nos dejas sin el necesario y justo castigo, pero tampoco nos dejas sin tu amor y restauración; y lo harás volver y le darás descanso (v.27)

Pero, a los verdugos, Amón, Egipto, y los demás, aquellos que fueron tus instrumentos de disciplina, pero que actuaron sin piedad y con desprecio, también serán castigados (v.25), pero su castigo será diferente, porque ellos serán destruidos del todo, para ellos no habrá misericordia.

Sí, ya sé que no dejarás a nadie sin castigo, pero el mío que sea como el de un hijo, con misericordia.

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