Salid de en medio de ella, pueblo mío, y salvad cada uno su vida del ardor de la ira de Yahveh.
¡Oh Señor, si mi generación entendiera esta advertencia tuya, si escuchara tu voz!
Si, ya sé que tú has dado esta conciencia que acusa, que no has estado en silencio, que has advertido mil veces de mil maneras, pero déjame que venga a ti en esta hora en primer lugar y te suplique. Ellos no me escuchan, pero tú si lo haces, ellos no me entienden, pero tú sí, ellos son pecadores arrogantes, pero tú misericordioso.
Señor, muéstrales el ardor de tu ira, muéstrales que tú no adviertes en vano, que su terrible pecado, tendrá un terrible castigo.
Señor, haz que salgan, que vean la salida, que descubran la puerta (Jn.10:9), haz que corran para que salven su vida.
Sé que esta Babilonia en la que vive tu pueblo está para ser destruida y nosotros estamos entre ellos, que tu furor hará caer sus muros y nosotros podríamos ser dañados.
Sé que todo castigo tuyo es merecido, pero sé que también eres Dios de misericordia.
¿Qué? ¿Cómo? ¿Que yo soy tu voz, que yo soy el que debo recorrer las calles, que yo debo advertir a tu pueblo y a los que quieran oír?...
Señor, dame voz, dame valor, dame constancia, haz que me oigan y salgan.