LAMENTACIONES 3 29Ponga su boca en el polvo, por si aún hay esperanza.

Ya en 1:2 Jeremías, y el pueblo de Israel, tu pueblo, se duele en gran manera, de tal forma que parece que no hay dolor como el suyo, sus entrañas hierben (v.20), el hígado se derrama (2:11). Pero, ¿qué produce todo este lamento y estas lágrimas? Hoy también hay mucha queja y dolor, incluso yo lo siento.

Muchas veces es por la frustración, por el fracaso de no alcanzar los objetivos, por no ser tan feliz como se esperaba o creía merecer.

Otras veces es por el castigo en sí, por la vergüenza que nos produce. No nos gusta humillarnos.

Puede que también sea la soledad, porque no hay quien nos consuele (1:17). El dolor parece que es más grande cuando no puede ser compartido.

También produce dolor perder bendiciones, el que nos quiten lo adquirido, aunque no fuera merecido. Incluso perder la bendición y presencia de Dios mismo a nuestro lado nos produce un dolor y una queja lógica.

Pero tu palabra nos dice aquí, y me lo dice a mí en esta mañana, que lo primero que debía dolernos y llevarnos al lamento es nuestro, mi propio pecado, el romper tu ley y pacto, el ofenderte a ti, Señor, y a los que están a mi lado.

Señor, haz que mi pecado me incomode y duela.

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