Vuélvenos, oh Yahveh, a ti, y nos volveremos; Renueva nuestros días como al principio.
Qué claras son estas palabras y que verdad tan profunda revelan. Me cuesta alcanzar todas sus implicaciones teológicas y para mi vida personal.
Señor, yo me volveré a ti, si tú me vuelves antes; te amaré, si tú me amas antes (1 Jn.4:19); yo querré venir a ti y servirte y darte gloria, si tú produces en mí el querer y el poder (Rom.9:16).
No busco excusas porque sé que no las hay, la responsabilidad es mía, porque mío es el pecado. Yo te he ofendido, yo soy el que daña siempre nuestra relación. Es este corazón mío el que se enfría y se aleja.
Por eso, Señor, eres tú el que debe comenzar, porque eres tú el ofendido, tú eres el que debe mostrar misericordia, ver mi miseria y ser movido a compasión.
Tú eres el que ejerce justicia y castigo, por lo que solo tú puedes quitarlo.
Solo tú puedes restaurar lo que yo he dañado, solo tú puedes arreglar la relación que yo rompo.
Tan ciego estoy de mi pecado que no lo puedo ver hasta que tú no me miras, tan lejos de tu lado camino, que solo puedo volver si tú tiras de mí.
Señor, renuévame, como al principio, no me dejes enfriar.