EZEQUIEL 43 2Y he aquí la gloria del Dios de Israel, que venía del oriente; y su sonido era como el sonido de muchas aguas, y la tierra resplandecía a causa de su gloria.

Me imagino el mundo donde vivo como un desierto. Sé que en la realidad también tiene su belleza natural: cielo limpio, espacio y silencio, pero también es imagen de escasez de agua y sombra, de sentirme desorientado y perder constantemente la dirección entre tanta duna árida y tanta arena que parece cubrir todos los poros de mi piel, ojos y boca.

De pronto, como en tantas otras ocasiones, en medio de la gran oscuridad y mi mayor desánimo, la tierra parece resplandecer. No puede ser otra cosa que el reflejo de tu gloria que va aumentando conforme te acercas.

Solo con oírte en la distancia y ver tu glorioso resplandor, el desierto se convierte en oasis. ¿Qué será entonces cuando me alcances y me abraces? Este oasis se convertirá en gloria.

Este desértico mundo está lleno de espejismos de aguas que son solo brillos, reflejos engañosos del sol sobre la arena, sombras falsas que no refrescan.

Pero tú eres real, Señor, y sé que cuando vienes refrescas mi alma, eres como sonido de muchas aguas, gloriosa visión para mis ojos.

Quiero pedirte, Señor, que me permitas sentirte otra vez en este día, mientras espero tu venida.

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