He aquí vienen días, dice Yahveh el Señor, en los cuales enviaré hambre a la tierra, no hambre de pan, ni sed de agua, sino de oír la palabra de Yahveh. E irán errantes de mar a mar; desde el norte hasta el oriente discurrirán buscando palabra de Yahveh, y no la hallarán.
Gracias a ti, Señor, nunca he pasado hambre, esa hambre que hace doler al estómago y estar dispuesto a hacer e ir a donde sea por un trozo de pan, pero debe de ser terrible.
Pero, según esta palabra tuya de hoy, debe ser también terrible querer oír tu voz y no poder, tener necesidad de saber tu voluntad y no poder, el haber disfrutado en el paladar del alma del manjar de tu palabra y ahora no tenerla.
Más terrible será el saber que ese hombre interno, espiritual, que se siente, está cansado por ti, que al igual que en otras ocasiones castigaste con hambruna física el pecado de tu pueblo, puedes también hacerlo quitando tu palabra.
Esta hambre que se sufre no es para el mundo, porque no conocen este manjar, sino para los tuyos.
No se encontraría esta satisfacción para el alma si tú no la provees en tu misericordia.
Por favor, Señor, no me traigas esta hambre, que no me falte nunca tu palabra… y que sepa saborearla.