Si remontares como águila, y aunque entre las estrellas pusieres tu nido, de ahí te derribaré, dice Yahveh.
La otra noche fue muy clara y sin luces que oscurecieran tu cielo, por lo que pude ver la gran cantidad de estrellas. Un libro me decía que el número de estrellas que puedo llegar a ver es incontable, pero que a la vez es un número insignificante de las que llega a haber en el universo, y que están tan lejos que sus distancias de nosotros son difíciles de medir; que incluso algunas de las que puedo llegar a ver ya no existen, sino solo su luz viajando y que otras han nacido, pero su luz aún no ha viajado lo suficientemente cerca para verlas…
Y aun así, me dice tu palabra en esta mañana, que no había lugar para Edom y no hay lugar para enemigo tuyo donde pueda esconderse y tú no lo encuentres. Que no hay defensa o fortaleza que pueda levantarse, que tú no vayas a derribar en su momento.
Padre mío, reconozco que en esta vida no puedo evitar ofenderte, ayúdame a no hacerlo, pero si lo hago no dejes que sea como un necio que quiere esconderse tras unas piedras o una estrella, sino que enseguida salga a tu encuentro. Que mi pecado me haga buscarte yo a ti y no tú a mí.