Y oró a Yahveh y dijo: Ahora, oh Yahveh, ¿no es esto lo que yo decía estando aún en mi tierra? Por eso me apresuré a huir a Tarsis; porque sabía yo que tú eres Dios clemente y piadoso, tardo en enojarte, y de grande misericordia, y que te arrepientes del mal.
¿Huir de ti porque eres Dios clemente, piadoso, tardo en enojarte, de gran misericordia…? ¿No es eso lo que yo como creyente, e hijo tuyo, busco constantemente de ti para mí y los míos?
¿No será entonces que lo que le duele a Jonás, y me puede doler a mí, es que tengas misericordia con mis enemigos, mis opositores?
Puede que en mis oraciones esté pidiendo gracia y misericordia para mí y justicia para los demás, paciencia para con mis pecados, pero no para los de mis enemigos.
¡Cuán incompresible es la misericordia de Dios y cuán amplia! Me alcanzó a mí, puede alcanzar a cualquiera.
Tengo que esforzarme en ver a los enemigos del evangelio con la medida de gracia de Dios y no con la mía, esperar que Dios sí, sea justo en el día del juicio y de la ira, pero también, que ahora se arrepienta del mal y dé posibilidad de salvación a muchos, que quiera usarme para que otros oigan y crean. Sí, Cristo dijo que él vino a salvar y no a condenar, entonces ¡¿cuánto más yo?!
Tu misericordia, Señor, siempre será mayor que la mía.