Si alguno andando con espíritu de falsedad mintiere diciendo: Yo te profetizaré de vino y sidra; este tal será el profeta de este pueblo.
Tu palabra me recuerda en esta mañana que es posible pensar que hablamos en tu nombre, cuando en realidad lo hacemos llevados por el vino, que es tener espíritu de mentira.
Aparte de que tú, Señor, en ocasiones denuncias de forma irónica, que te ríes de la estupidez de nuestras palabras y lo ridículo de nuestros actos, el peligro que presentas me resulta serio y grave, pues no es solo el daño que puede hacerse sobre uno mismo, sino también sobre otros.
¿Pudiera ser que yo alguna vez trajera mis palabras dirigidas por o con mal espíritu? Sé que no serán nunca por causa del vino, pero ¿y si fueran por vanidad, envidia, codicia…?
Sé que tú puedes castigar quitando tu palabra y dando solo lo que se quiere oír, poniendo guías ciegos que guíen hacia donde ellos quieren ir, que dejas solo música de danza para entretener pero que no edifica ni lleva hacia ti.
Señor, antes quisiera ser mudo que decir una sola palabra alejada de tu palabra y que no fuera guiada o controlada por tu Espíritu.
Como dice tu siervo Pablo, que yo sea lleno de tu Espíritu y no de vino (Ef.5:18), o dices en otro lugar, que sea él quien pone las palabras en mi boca (Jn.10: 19ss).