Oh hombre, él te ha declarado lo que es bueno, y qué pide Yahveh de ti: solamente hacer justicia, y amar misericordia, y humillarte ante tu Dios.
Una vez más, Padre, me recuerdas lo fácil que es alegrarte y servirte. Mi relación contigo no depende de rituales, sacrificios u ofrendas, como tienen las religiones.
Sí que es verdad que nos dejaste para hoy la participación del pan y el vino, el bautismo, así como la necesidad de reunirnos como iglesia, de ofrendar, y cosas así; pero nos dejaste también libertad en metodología y formas, pues tú miras más el corazón, que sea sincero y correcto, que lo externo.
Así que yo también al preguntarme cómo debe ser mi adoración, o qué puedo ofrecerte que te agrade (v.6), tengo esta respuesta tuya, en tu palabra. Lo que me pides es justicia y misericordia ante los demás, y humildad delante de ti.
Quiero hacerlo, Padre, y aunque parece fácil decirlo, sé que me será difícil hacerlo. Necesito de tu ayuda, de la obra de tu Espíritu en mí.
No debo callar ante las injusticias, ya sea de los grandes y poderosos, como la de los sencillos y humildes, porque de igual manera también ellos pecan.
Debo amar la misericordia de tal forma que no solo la espere, sino que la busque y la ejerza con gozo.
Ayúdame también a recordar, cuando esté delante de ti, quién soy. Soy solo el sediento ante la fuente de agua viva que eres tú.