Yahveh está en medio de ti, poderoso, él salvará; se gozará sobre ti con alegría, callará de amor, se regocijará sobre ti con cánticos.
Al volver a leer estas líneas en esta mañana me recuerdan el coro, y me dan ganas de cantar en alto por la ventana, y lo haría si no fuera porque me avergüenza oír mi propia voz.
Me recuerda que tú, Señor, estás en medio de tu pueblo, que aun cuando te rodea tu propia gloria y belleza y que tienes a tu alrededor coros de miles de ángeles que te alaban con sus hermosas voces, quieres también estar entre nosotros, a pesar de nuestras contradicciones e imperfecciones. Tú te satisfaces en mostrar tu poder y salvación, y nosotros en tenerla y hacerla nuestra. ¡Cuán sorprendente es que tú te goces de alegría mientras yo, a veces, sea tan gris y pasivo en tu presencia! ¿No sería lo natural, lo contrario que yo, nosotros, tu pueblo, nos gozáramos de alegría por tu presencia, tu poder y salvación, y tú, Señor, sentir tristeza por lo que ves en nuestro corazón?
Qué sorprendente es esto. Hay momentos que callas y otros en los que cantas. Tu amor y regocijo te mueven a cantar o a callar. ¿Qué es esto? ¿No son reacciones a tus propias acciones sobre nosotros? Si tus propios actos de gracia y salvación te producen esto Señor, cuánto más deberían producirlo en mí.
Yo también quiero callar de amor y regocijarme con cánticos en tu presencia.