ZACARÍAS 8 16Estas son las cosas que habéis de hacer: Hablad verdad cada cual con su prójimo, juzgad según la verdad y lo conducente a la paz en vuestras puertas.

Juzgar y amar la verdad y la paz (v.19). Resulta fácil este mandato que das aquí Padre. ¿Quién puede decir que no ama la verdad y la paz? Pero, si lo mandaste a tu pueblo de esta forma y momento concreto, seguramente es porque, al final su aplicación, y el vivir bajo sus implicaciones, no será tan fácil.

Nuestra cultura hoy, y esto afecta también a tu pueblo, me temo, es que hacemos a la verdad relativa «es tu verdad, pero no la mía», solo conveniente o pragmática «puede ser verdad, pero no me interesa», «es solo media verdad», «es la parte de la verdad que esconde la otra parte de ella que no me conviene descubrir». La lista es larga.

Con la paz ocurre lo mismo. Se confunde con «no quiero problemas», «no busco guerra, no soy violeto», aun cuando para ello doy la espalda a lo que es justo y bueno, y tenga que insensibilizar el corazón.

Señor, yo no quiero ser así, y si en algo lo soy, entonces me tienes que cambiar.

Quiero amar la verdad, aunque me duela y me cueste, seguirla hasta donde me lleve, aun cuando no me guste. Quiero amar la paz de tal forma que no me importe la guerra que me dé, o los conflictos que traiga sobre mí.

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