JUAN 3 30Es necesario que él crezca, pero que yo mengüe.

Dios mío, quiero hacer mías estas palabras de Juan, pero me doy cuenta de cuán fácil pueden salir de mis labios como una promesa y luego al ver el coste me relaje y las deje a un lado solo para algunas ocasiones.

Padre, ayúdame a ser sincero en mi promesa y esforzado en aplicarla.

En todo, absolutamente en todo, Cristo debe ser exaltado en mi vida, en mi persona y en mi obra, y para ello, yo debo menguar, es decir ser puesto en mi lugar.

No basta que lo alabe y ensalce en alguna reunión o momento concreto si luego lo hago desaparecer de mi vida ¿En cuántas ocasiones, me temo, he podido bajar a tu Hijo de su pedestal para ponerme yo? Con toda certeza, tengo que confesar, he escondido sus virtudes para buscar yo las alabanzas. Incluso puede que en algún momento, pues conozco mi corazón, me haya atribuido algún mérito que no era mío, sino suyo.

El cristianismo, mi vida cristiana aquí y ahora, es que Cristo sea más, hasta que lo sea todo, y yo, a lo más, sea instrumento en sus manos, lo cual ya sería de gozo para mí si soy instrumento digno.

No es que en mi vida cristiana sea bueno o conveniente que Cristo crezca y yo mengüe, sino que es necesario y, por tanto, es mi necesidad hablar de él, ensalzar sus virtudes, quitarme yo para que él sea visto, no entorpecer yo su gloria.

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