JUAN 5 21Porque como el Padre levanta a los muertos, y les da vida, así también el Hijo a los que quiere da vida.

El misterio revelado de la trinidad sigue siendo un misterio, al menos para mí. En esta hora del día y con esta lectura con la que me haces comenzar me siento confuso al dirigirme a ti, Padre, pues estoy a la vez en tu Hijo, mi Señor Jesús. ¿Tengo que dirigirme en plural sabiendo que los dos sois uno? Al encontrar luz en tu palabra sobre este asunto ¿No eres tú Espíritu Santo el que me guía a ella? ¿Quién dirige mis pensamientos, a quién dirijo mi oración? Profunda doctrina, bendito dilema.

Padre, tú eres todopoderoso y tu Hijo también (v.19) ¿No os hace esto iguales en todo lo demás? Mi honra y mi adoración deben ser iguales para los dos (v.23).

Pero no hay rivalidad entre vosotros, sino amor (v.20) ¿Es por ese amor que has mostrado todas esas obras que me maravillan, que has traspasado tu juicio y el dar vida sobre tu Hijo (v.22, 26, 28)?

Con toda razón y base, mi persona, vida presente, muerte y resurrección dependen de Cristo. Mi juicio y salvación están en su mano. Si vivo, y si lo hago por toda la eternidad, es por su sola voluntad. Él solo es el que da vida y es el que endurece al que quiere (Rom.9:15-18). El Jesús de la cruz, el Cristo del Nuevo Testamento es el Dios de Israel, Jhwh (Yavé) del Antiguo Testamento.

Mi salvación está segura en Cristo, porque está segura en ti. No sea hoy mi voluntad sino la suya, que es la tuya.

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