Cegó los ojos de ellos, y endureció su corazón; Para que no vean con los ojos, y entiendan con el corazón, Y se conviertan y yo los sane.
Hoy una vez más me encontraré con multitud de ciegos, esa ceguera espiritual que es aún más terrible que la física por sus consecuencias eternas.
Yo, por tu gracia, veré a estos pobres hombres y mujeres andando en oscuridad a pesar de la tremenda luz que tú irradias, pues nada de lo que fuiste e hiciste fue oculto (Jn. 18:20). Claro que su ceguera está relacionada con la dureza de corazón que les impide entender.
Señor, yo no soy mejor que ellos, soy de la misma naturaleza, y si veo y entiendo es por tu gracia sanadora.
Quiero pedirte en esta mañana, puesto que tú eres el único que puede dar vista y sensibilizar el corazón, que tengas misericordia de ellos, mi familia, mis conocidos, de esos que han caído en hoyos tan profundos y de aquellos que sin entender se manchan con todo lo que tocan y se rozan.
Deslúmbrales con tu luz, golpéales con tu palabra, hazles tener luz para que se conviertan. Y así tú luego les sanes, sanes su alma.