Si sabéis estas cosas, bienaventurados seréis si las hiciereis.
Saber y hacer, ser oidor y hacedor. Son muchas las veces que aparece esta idea en tu palabra, ya sea en mandato preciso, en principio general o con un ejemplo. Debe ser tu voluntad que quede claro en mi mente y que sea consciente del peligro que manifiesta.
A mí me encanta aprender, ya sea leyendo o escuchando. No sé si es placer o necesidad, o las dos cosas. Tu palabra revelada o lo que otros libros escriben de ella siempre está entre mis manos y ante mis ojos. A veces casi me parece sentir como sus verdades entran en mí y se acomodan en mi cerebro.
Aun cuando sé que no te he visto y oído, Señor, me gozo, me siento bienaventurado de saber más de ti, es como estar a tu lado.
Lo que me preocupa en esta mañana es si toda esta información, este saber, tiene efecto en mi vida, me cambia y mejora como persona, pues tú dices que la verdadera bienaventuranza, el bien y la esperanza, está en hacer eso que aprendí. Podría ser que acumulara libros sin aplicarlos, que supiera hacer, operar, transformar pero sin ejercer, tener toda la teoría y poca práctica, que diera lecciones a otros que yo mismo no me aplico, que fuera instrumento para bien a otros y yo mismo no me sanara.
Señor, ayúdame hoy a saber, pero sobre todo a hacer más.