JUAN 14 27La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo.

Hay muchas clases de paz, como hay muchas clases de guerras, y a la vez hay diferentes maneras de alcanzar o imitar esa paz. Tú, Señor, ofreces la mejor paz de la mejor manera y a mí me has permitido disfrutarla.

Tu palabra me dice que por causa del pecado había enemistad entre Dios y yo (Col. 1:20-22), pero tú trajiste paz (Ef.2:12-14), eliminaste mi mayor obstáculo, me reconciliaste con el Padre (Rom.5:10). Ahora ya tengo la segura esperanza de que todo estará bien cuando llegue a su presencia, pues tú estarás a mi lado.

Tu paz, Señor, no es aparente porque es interna y espiritual, no es engañosa porque no es emocional, no la he buscado ni producido yo, todo lo hiciste tú. No depende de mí, ni de mis posibles méritos, pues es por la fe que la hice mía (Rom.5:1), y descansar en ti, en tu obra de redención es lo más seguro y es definitivo.

Ahora, como me dices aquí, puedo afrontar los otros conflictos sin temor. Tu paz me acompaña.

Tengo lucha interna entre lo que quiero y lo que hago, entre mi espíritu y mi cuerpo, y no siempre salgo victorioso. Tengo lucha con la incomprensión y rechazo de otros. Tengo conflicto con este mundo que en ocasiones me quiere seducir y otras veces me quiere destruir…

Pero siempre vuelvo a esta verdad refrescante, ¡Si Dios es conmigo ¿Quién contra mí?! (Rom.8:31).

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