juan 15 5Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer.

Esta imagen que me dejas hoy, me hace recordar mi tiempo de vendimia, buscando fruto en cada vid. Seguramente a la hora de contar esta historia, estaban delante de los discípulos, al igual que ahora en mi memoria, las viñas de Jerusalén.

Tú eres la vid, sin ti nada puedo hacer, nada tiene sentido para mí. Sí, esto ya lo sé, lo aprendí ya hace años, el problema es ser consciente de esta realidad cada día.

Está en mí, Señor, tú lo sabes, el peligro de pensar que al verme como pámpano con algún fruto, sea yo la causa de ello, de que alguna habilidad o talento en mí pueda producir fruto.

Pobre necio de mí, si llego a pensar de esa manera, pues yo como pámpano separado de ti soy solo un simple sarmiento, solo útil para ser quemado o colgado para dar sombra. Cada año cortan los pámpanos, pero le vuelven a crecer. La vid, tú, es vida. En cambio yo sin ti, soy sarmiento y muero Señor, no dejes que nada me aleje de ti hoy, ni nunca.

Por otro lado, qué bendición sentir tu savia, tu fuerza, dentro de mí y ver que nace, aunque sea pequeño algún fruto.

Quiero ser causa de bendición, dar fruto que otros puedan tomar y comer o beber como vino, quiero ser pámpano útil, como instrumento en tus manos o alimento para otros para descubrir por primera vez o para fortalecerse. Yo mismo disfruto del propio fruto que me dejas dar, la meditación que ahora mismo hago en tu palabra me embriaga el ánimo.

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