Esto os mando: Que os améis unos a otros.
Qué mandamiento más preciso y qué difícil de ignorar, pues se encuentra en todas partes de la Escritura, como ley (Lev.19:18) (Mt.22:39), como principio de vida (1 Jn.2:8-10; 3:9-11; 4:20-21), incluso como si fuera algo nuevo y redescubierto (Jn.13:34).
Te pusiste tú como ejemplo (Jn.15:9) y a él, a tu Hijo como modelo (Jn. 15:12) y origen (Jn. 15:10).
Debo amar porque he sido amado, porque eso es lo que hace tu amor en mí, porque no hay otro sentido mayor en mi vida, porque así habrá más bien y gozo en mi alma.
Pero además de amar a mi prójimo y a mi hermano de forma más concreta, tengo que hacer que él, que ellos, me amen a mí, pues a veces creo que se lo pongo muy difícil. Tengo que ser más afable, más cercano; tengo que hacerles más fácil el amarme.
Amar y ser amado como Cristo tu Hijo lo hizo. ¿Pero no es esto imposible para mí siendo como soy, conociendo como conozco mi corazón y voluntad? Tu Hijo Jesús llegó a morir en la cruz por amor ¿Puedo yo hacerlo? Fue manso y humilde (Mt.11:29), fácil de amar, pero yo creo que soy todo lo contrario.
Señor, si me lo mandas lo haré, pero me tienes que ayudar.