Le dijo la tercera vez: Simón, hijo de Jonás, ¿me amas? Pedro se entristeció de que le dijese la tercera vez: ¿Me amas? y le respondió: Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te amo. Jesús le dijo: Apacienta mis ovejas.

Señor, cómo me identifico con esta escena, pues yo también necesito ser confrontado por ti como hiciste con Pedro.

Tú lo sabes todo sobre mí, sabes lo que hice en secreto, pues tú estabas allí, conoces mis pensamientos y los deseos íntimos de mi corazón. No necesitas preguntarme si te amo, tú lo sabes.

Pero entonces, ¿Por qué te niego tantas veces con mi comportamiento? ¿Por qué actúo en ocasiones como si no te conociera? ¿Es temor, es vergüenza, es comodidad?

Luego Señor, me siento mal. La vergüenza ante las personas me lleva a sentir vergüenza delante de ti. Seguramente tienes mucho de qué culparme.

Pero siempre veo que actúas conmigo como con Pedro. Me preguntas si te amo con amor, me exhortas con ternura, no para derribarme, sino para levantarme.

Ante cada reprensión y restauración viene la comisión. Si hay amor, me dices, entonces demuéstralo con hechos, con el ejercicio de los dones.

Siento tristeza por no haber demostrado hasta hoy como debiera mi amor por ti, como tú lo hiciste por mí, pero siento gozo por esta nueva oportunidad que me das hoy. Ayúdame a no defraudarte, a poder demostrar mi amor anunciando el tuyo en toda ocasión que pueda.