El hacer tu voluntad, Dios mío, me ha agradado, Y tu ley está en medio de mi corazón.
Aun cuando este salmo de David tiene referencias a tu Hijo, como enseñas en otros lugares (Heb.10:5), también me hace pensar en mí.
David es imagen, tipo y voz de Cristo, y yo debo tener cuidado de no apropiarme de ideas y palabras que son solo de él y para él. Pero, cómo no hacer mías, por ejemplo, estas de hoy.
No me estás pidiendo sacrificio ni ofrenda. Lo esencial para el pago por mi alma ya lo hizo Cristo de forma definitiva en la cruz, y las otras mías me las recuerdas en otros momentos y lugares.
Ahora lo que esperas de mí y que yo hago con agrado es hacer tu voluntad según tu palabra (Sal. 40:7). Has abierto mis oídos, por lo tanto, estoy dispuesto a oír, a obedecer.
El hacer tu voluntad es ahora mi mayor gozo. Sí, es verdad que hay cosas de ella que no entiendo y que esa voluntad tuya me puede resultar dura, pero la amo porque es tuya.
Me agrada inmensamente leer, meditar y aplicar la Escritura en mi vida, aun cuando a veces me hiera, pero sé que no puedo, ni quiero escapar de ella, pues lo esencial está escrito en mi propio corazón (2 Cor.3:3, Jer. 31:33).
No hay mejor sello en mí de que te pertenezco, que tu palabra en mi corazón. ¡Gracias!