Echa sobre Yahveh tu carga, y él te sustentará; No dejará para siempre caído al justo.
Te doy gracias, Dios mío, por cada una de tus promesas y bendiciones, gracias por las que ya puedo disfrutar y por aquellas que quedan por llegar.
Tan solo con saber que puedo dirigirme a ti en medio de mi problema, confusión y dolor ya es un consuelo, saber que estás ahí y que seguirás ahí más adelante es alivio y ánimo.
Aunque te lo pido, no siempre me quitas las cargas, ni evitas que caiga, pero siempre estás dispuesto a llevar tú mi carga o a ayudarme a llevarla, que no importa las veces que caiga, siempre puedo contar con tu mano para levantarme.
La vida como tal, y la cristiana en particular, no es fácil, puede que incluso en ocasiones parezca imposible avanzar o mantenerse. Los enemigos parecen aumentar, así como los problemas. La fe nos hace vernos más indignos y débiles ante ti; el corazón se hace más sensible y emotivo ante el dolor que nos rodea. Pero cuando todo esto me parece insoportable y clamo (Sal. 55:16) y oro (Sal. 55:17), a ti, tú siempre respondes como mi ayudador y sustento.
En esta mañana, una vez más te pido no me quites las cargas o me evites las caídas, sino que sienta tu presencia y tu mano sobre mí.