Dad a Yahveh la honra debida a su nombre; Traed ofrendas, y venid a sus atrios.
Este salmo inspirado por ti seguramente a tu siervo David (1 Cron. 16:8), es una invitación a todo el mundo (Sal. 96:1-13) a alabarte, a cantarte y cantar de ti, proclamar tu gloria (Sal. 96:3) y tributarte o darte honra con esa gloria.
Yo quiero en este día, en primer lugar, darte la honra que pides y mereces, pero choco con mi propia debilidad y con la grandeza de tu nombre ¿Cómo honrarte lo que mereces si tú lo mereces todo? ¿Cómo hacerlo yo, si me veo a mí mismo tan torpe y contradictorio? ¿Qué puedo darte yo en este día? No quiero que estos pensamientos sean una excusa para no hacer nada, pero necesito que me ayudes, que tengas de mí misericordia, que lo que te ofrezca sea sincero y lo mejor de mí. Que mis mejores pensamientos sean sobre ti, que los deseos de mi corazón se centren en ti, que mis palabras sean controladas por ti y sean para alabarte y que mis obras sean las preparadas por ti de antemano (Efe. 2:10) ¿Es esto pedirte mucho? Quizá sí, pero tú puedes hacerlo.
Quiero también pedirte que me ayudes a invitar, contagiar a otros a esto mismo, a alabarte. Necesito doble ayuda de tu parte.