Pues aún no está la palabra en mi lengua, Y he aquí, oh Yahveh, tú la sabes toda.
Nunca podría llegar a conocerte; por mucho que me esfuerce no podría comprender tu forma de obrar. Sí, sé que esto es así porque yo soy solo criatura y tú el creador, pero incluso en aquello que ya sé de ti, siempre me quedo corto y muchas veces vuelves a sorprenderme.
Por ejemplo ahora en esta oración que te traigo. Yo sé que tú lo sabes todo, de lo pasado y lo por venir, de mis futuros hechos, palabras y deseos del corazón, y aún así me dices que ore y que te pida, y que tú responderás (1 Rey. 8:28ss) (Mat. 6:6). Pero, ¿por qué pedirte si antes de hacerlo tú ya conoces mis palabras e incluso ya has decidido conceder, o no, mi petición o aceptar o no, mi ofrenda de alabanza y gratitud?
Seguramente lo que quieres de mi es que yo vocalice mi oración, que soy yo el que necesita oír y saber qué oro y cómo oro. Cuántas veces al oírme me he dicho a mí mismo ¿Pero qué estás diciendo? Y he tenido que corregirme.
La oración mía no tiene capacidad para hacerte arrepentirte de las decisiones que has tomado, pero puede que sea esta la chispa que demandas y esperas para hacer lo que ya has decidido.
Sí, Padre, eso es lo que quiero, te lo pido aunque ya lo sabías. Se propicio a mí en este día.