GENESIS 39 9No hay otro mayor que yo en esta casa, y ninguna cosa me ha reservado sino a ti, por cuanto tú eres su mujer; ¿cómo, pues, haría yo este grande mal, y pecaría contra Dios?

José siempre fue un ejemplo de fe y moral, al que hemos acudido constantemente para hablar a pequeños y mayores. Hoy quiero aplicármelo a mí mismo para que sea mi modelo a seguir, pero también tengo necesidad de ir más allá.

No se dice en tu palabra cuando comenzó José a tener ese temor santo hacia ti. Quizá fue en las rodillas de su padre Jacob o en los brazos de su madre Raquel. Quizá fue la triste experiencia en la cisterna (Gén. 37:23), como esclavo o preso en Egipto. Su fe y relación contigo tuvo que ser muy fuerte para resistir la tentación de aquella adúltera mujer, o el desánimo ante aquel olvido de dos años de aquel al que ayudó (Gén. 41:23). No hubo ningún rasgo de venganza o justicia contra sus hermanos cuando estuvieron a su merced (Gén. 45:5; Gén. 50:15,19). Su carácter, actitud, fe, produce en mí una envidia sana, pero yo quiero algo más, porque sé que hay más, quiero sentirte tan cerca como lo estuviste con él.

Tú le hiciste distinto en nacimiento, tú le diste el don de los sueños, tú le guiaste a los traidores (Gén. 37:15-17), estuviste con él en Egipto (Gén 39:2) y lo prosperaste hasta el final. Fue instrumento en tus manos para tu plan sobre tu pueblo.

Padre quiero esa fe, pero también te quiero a ti a mi lado.

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