Y aquel varón Moisés era muy manso, más que todos los hombres que había sobre la tierra.
Tu siervo Moisés debe ser recordado e imitado en muchas cosas. Transmisor de tu ley, liberador de tu pueblo de la esclavitud, intercediendo por ellos ante tu justa ira, su fe inquebrantable, etc… y por ser el más manso, humilde, de la tierra.
Quiero quedarme en esta mañana con esta cualidad y esforzarme más y más en llegar a ser así, manso, ante ti y ante el mundo que me rodea. Tu Hijo nos dijo del bien que vendría con ella (Mt. 5:5) y tu siervo Pablo nos mandó vestirnos con ella (Col. 3:12), así como Santiago (Sant. 3:3) y Pedro (1 P.3:15).
Mi generación está crispada, salta con violencia ante cualquier opinión que les contradiga sea cierta o no, defienden sus razonamientos con arrogancia y violencia verbal e incluso física. No se ve un deseo por la verdad, sino por tener razón.
Se necesitan líderes mansos, tanto en los gobiernos, en los negocios, como en la iglesia. La mansedumbre no está en contra de la firmeza y claridad de principios, de la disposición a defender la verdad y el bien, ofreciendo la propia vida y nunca quitando la del otro.
Yo necesito, quiero y te pido mansedumbre para mí, capacidad para hablar y actuar según mi fe y principios, que tú me diste, sin arrogancia ni violencia.