Cuando siegues tu mies de tu campo, y olvides alguna gavilla en el campo, no volverás para recogerla; será para el extranjero, para el huérfano y para la viuda; para que te bendiga Yahveh tu Dios en toda obra de tus manos.
Cuando diste ley a tu pueblo, estableciste que este también fuere justo y misericordioso con los demás, con los pobres (Det. 24:12) y los extranjeros, huérfanos y viudas (Det. 24:17). Tú, Dios mío, proveías para tu pueblo, y este para con los demás.
Estos mismos principios son aplicables a tu pueblo hoy. Pues, aunque nuestro régimen de iglesia o pueblo espiritual no es igual a aquel —nación física—, tú sÍ sigues siendo el mismo y te agrada y aborreces las mismas cosas.
Tengo que confesar que me cuesta ver y aplicar estos principios con lo que creo que es mío, pero que es solo un préstamo que me haces para que lo administre mientras que estoy aquí, igual que la tierra de Israel era primeramente tuya y tu pueblo solo beneficiario.
Pero, me es más difícil aún ver y aplicar tu palabra cuando dice que sea generoso con el que se beneficia de lo que yo olvido, pues esto se convierte en ley para mí. La misericordia con el necesitado no es una opción, sino un deber. No debo ser codicioso con lo que recojo o con lo que tú provees para mí.
Padre, tienes que ayudarme a poner menos mi vista en lo que me das y más en ti, dador. Esto me ayudará a ser aún más generoso.