Y consultó Saúl a Yahveh; pero Yahveh no le respondió ni por sueños, ni por Urim, ni por profetas.
Tuvo que ser terrible para Saúl consultar a Dios, como en otras ocasiones (1 Sam.10:10; 14:41) y no tener respuesta, ver el peligro, sentir miedo, buscar ayuda en ti y no encontrarla. Guardaste un terrible silencio.
Hoy debe de haber mucha gente así, tanto aquellos que nunca te conocieron ni te escucharon, como los que sí saben que tú aún hablas por tu palabra.
La perdición para Saúl fue no conformarse con tu silencio, no arrepentirse de su pecado (1 Sam.15:24ss). Y, sobre todo, consultarte por medio de lo que tú prohíbes (1 Sam. 28:7) y que incluso él mismo había expulsado (1 Sam. 28:3).
Cuán fácilmente un pecado trae otros pecados hasta crear una actitud pecaminosa, hasta el punto de ir en contra de lo que antes se era y se afirmaba. Cuando el pecado domina se puede llegar a negar lo que antes se creía y se amaba.
Padre te pido para mí que cuando peque, pues no hay persona que no peque (1 Rey. 8:46), no me castigues con tu silencio, exhórtame de otra manera, pero no me quites tu palabra. Y más aún, te pido que no permitas que busque oír tu voz de otra forma que aquella que has establecido.
Te pido también, Dios mío, que muevas a mi generación a buscar tu palabra, oír tu voz, antes que escuchar su propio corazón, que por sincero que parezca, puede ser engañoso (Jer. 17:9).