Para que se cumpliese la palabra de Yahveh por la boca de Jeremías, hasta que la tierra hubo gozado de reposo; porque todo el tiempo de su asolamiento reposó, hasta que los setenta años fueron cumplidos.
Al final se cumplió lo que tu profeta Jeremías había anunciado, el castigo de destrucción de Jerusalén y el exilio, por causa del continuo pecado de tu pueblo, y por otra parte la vuelta a Jerusalén tras setenta años. Ambas cosas parecían impensables a la mente de la gente: que tú les quitaras sus bendiciones, y que luego te acordaras de ellos y los restauraras.
Esos setenta años entre el castigo y la restauración de tu palabra aquí lo llama reposo, tiempo de disfrutar de descanso.
¿Tal es el grado de pecado al que puede llegar el ser humano que la tierra necesite reposo? ¿Tanta desobediencia, inmoralidad, violencia e idolatría se puede acumular que se necesiten setenta años para recuperarse? Fue como dejar la tierra en barbecho por un año para que descanse siete años de trabajo y dar cosecha. El pecado agota y desgasta todo lo que toca.
A veces me parece que mi generación ha llegado a colmar de tal manera tu paciencia y ha exprimido a este mundo de tal forma, con su codicia e injusticia, que también parece necesitar un tiempo de reposo, de barbecho, de recuperación.
¿Hay manera de evitarlo? Frena tú el pecado si aún estamos a tiempo. Aviva a tu pueblo para que obre con más fuerza en tu viña.