“Enséñanos de tal modo a contar nuestros días, que traigamos al corazón sabiduría”.
Sea la luz de Jehová nuestro Dios obre nosotros, y la obra de nuestras manos confirma sobre nosotros; sí, la obra de nuestras manos confirma. Salmo 90:12-17.
Estos dos versículos y los que los unen, contienen una plegaria esperanzada. Podemos encontrar al menos tres súplicas:
La petición de sabiduría y sensatez.
La súplica por compensación ante las desgracias pasada.
La petición de prosperidad para sus acciones.
Todas ellas deberían estar incluidas en nuestras oraciones; no obstante centremos nuestra atención en la tercera que nos viene muy aplicable en relación con las encomiables tareas que tenemos por hacer para el Señor y también las que se corresponden con nuestra vida diaria.
Que se manifieste sobre nosotros su obra, Que descienda el favor o la bondad del Señor nuestro Dios sobre nosotros, Que afiance en nosotros la obra de nuestras manos, esto es, bendice, prospera nuestros quehaceres cotidianos y en general toda la obra de nuestras manos; La repetición de la frase muestra el gran interés que el autor del salmo, (Moisés) tiene en que Dios bendiga lo que ellos hagan con sus propias manos y con su esfuerzo. La obra de Dios por nosotros y en nosotros, no va reñida con la obligación de emplear bien nuestras fuerzas para servirle y honrarle.
Debemos pues esforzarnos y poner a Su servicio los dones que nos ha concedido, y luchar en el día a día con inteligencia y gran empeño, pero al mismo tiempo reconociendo que el verdadero éxito en la vida viene de la bendición de Dios. No de nuestras capacidades, no de los recursos que disponemos, no de la popularidad que podamos conseguir; Proviene de Dios. Si queremos tener éxito y satisfacción en la vida y en el trabajo, tenemos que conocer que todo ello viene de Dios. Tenemos que someter lo que tenemos, lo que somos y lo que obtendremos a Dios.
Cuando oremos entonces:
Refugiémonos, una vez más, en Dios. Digámosle: “Tú eres mi refugio”.
Supliquémosle saciarnos de su amor no según nuestra capacidad, sino según la capacidad que Dios tiene de dar.
Presentémosle nuestras tareas y pidámosle que comience él actuando, que haga próspera la obra de nuestras manos.
Digámosle que necesitamos sabiduría. Que la envíe desde el trono de Su gloria para que nos asista en nuestras tareas, y sepamos lo que le es agradable; porque ella nos guiará con acierto en lo que emprendamos y con su gloria nos protegerá.
Conclusión:
¿Quién puede hacerse idea de lo que quiere el Señor y de lo que será mejor para Su obra o para nuestras vidas? Los ensamientos nuestros son frágiles, e inseguras nuestras reflexiones; Si a duras penas vislumbramos lo que hay en la tierra, y descubrimos con trabajo lo que está a nuestro alcance, ¿quién puede rastrear lo que hay en los cielos dispuesto para nosotros?
Salmos 37:23 Por el SEÑOR son ordenados los pasos del hombre, y él aprueba su camino.
1 Corintios 3:7 Así que ni el que planta ni el que riega es algo, sino Dios, que da el crecimiento.