Recientemente he pensado mucho sobre el terrible incidente de piratería en el Océano Índico. Toda la tripulación de un barco secuestrada, intimidada, maniatada y maltratada por unos terroristas armados, drogados y bebidos. La preocupación de todo el país era que no fueran exterminados, que regresaran a casa sanos y salvos. Me ha llamado la atención que los medios necesarios para ello, según manifestaciones hechas públicas, fueran “discreción, responsabilidad, prudencia, coincidencia, trabajo y colaboración, así como una acción concertada y coordinada”. Además de todo esto, fue necesario pagar un alto rescate por sus vidas.
Al oír todo esto, me hizo reflexionar sobre la situación de la iglesia: vivimos tiempos de confusión, malos tiempos, tiempos de apostasía... los últimos tiempos. ¿Qué hacer? Los tiempos cambian, y aunque “Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos” (Hebreos 13:8), el enemigo ataca de diferentes formas según las épocas. Ya que no pudo vencer a Cristo, sino que éste le venció en la Cruz, su único quehacer es atacar a la iglesia de Cristo, tratar de separar de Dios a sus hijos. Solos no podemos vencerlo, nosotros no podemos vencerlo. Solo saldremos victoriosos en esta lucha si ponemos nuestra situación en manos de Dios, si es Él quien sigue venciendo al enemigo. ¿Y qué hacer para poner la situación en sus manos? Sencillamente seguir las instrucciones que nos ha dejado en su palabra, con fe y obediencia: “por quien recibimos la gracia y el apostolado, para la obediencia a la fe en todas las naciones por amor de su nombre” (Romanos 1:5).
¿Qué pasaría si nosotros como iglesia actuáramos como se apuntó en las declaraciones antes citadas?
Con discreción:
“Haced todo sin murmuraciones y contiendas” Filipenses 2:14 Sin criticar ni hablar tanto de todo.
“Uno solo es el dador de la ley, que puede salvar y perder; pero tú, ¿quién eres para que juzgues a otro?” (Santiago 4:12).
Con responsabilidad:
“Pero tú, ¿por qué juzgas a tu hermano? O tú también, ¿por qué menosprecias a tu hermano? Porque todos compareceremos ante el La habilidad de responder ante Dios, ya que un día le tendremos que dar cuentas. “Pero tú, ¿por qué juzgas a tu hermano? O tú también, ¿por qué menosprecias a tu hermano? Porque todos compareceremos ante el tribunal de Cristo”. (Romanos 14:10)
“Porque es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo”. (2 Corintios 5:10)
Con prudencia:
“He aquí, yo os envío como a ovejas en medio de lobos; sed, pues, prudentes como serpientes, y sencillos como palomas”. Mateo 10:16 Pensando antes de actuar.
Teniendo conciencia:
“Todos éstos perseveraban unánimes en oración y ruego, con las mujeres, y con María la madre de Jesús, y con sus hermanos”. (Hechos 1:14) Con acuerdo, o como la Biblia lo llama, unanimidad.
“Y perseverando unánimes cada día en el templo, y partiendo el pan en las casas, comían juntos con alegría y sencillez de corazón”. (Hechos 2:46)
“Unánimes entre vosotros; no altivos, sino asociándoos con los humildes. No seáis sabios en vuestra propia opinión”. (Romanos 12:16)
“Solamente que os comportéis como es digno del evangelio de Cristo, para que o sea que vaya a veros, o que esté ausente, oiga de vosotros que estáis firmes en un mismo espíritu, combatiendo unánimes por la fe del evangelio”. Filipenses 1:27 “Completad mi gozo, sintiendo lo mismo, teniendo el mismo amor, unánimes, sintiendo una misma cosa”. (Filipenses 2:2)
Con trabajo:
“Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente; no temas ni desmayes, porque Jehová tu Dios estará contigo en dondequiera que vayas”. (Josué 1:9) Esforzándonos.
“Velad, estad firmes en la fe; portaos varonilmente, y esforzaos”. (1 Corintios 16:13) “Tú, pues, hijo mío, esfuérzate en la gracia que es en Cristo Jesús”. (2 Timoteo 2:1)
Colaborando:
“Os ruego, pues, hermanos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que habléis todos una misma cosa, y que no haya entre vosotros divisiones, sino que estéis perfectamente unidos en una misma mente y en un mismo parecer”. (1 Corintios 1:10) “Para que sean consolados sus corazones, unidos en amor, hasta alcanzar todas las riquezas de pleno entendimiento, a fin de conocer el misterio de Dios el Padre, y de Cristo”. (Colosenses 2:2) En unidad.
Con acción concertada y coordinada:
Sometidos unos a otros y todos al Señor. “Todo el cuerpo, bien concertado y unido entre sí por todas las coyunturas que se ayudan mutuamente, según la actividad propia de cada miembro, recibe su crecimiento para ir edificándose en amor”. (Efesios 4:16) “Someteos unos a otros en el temor de Dios”. (Efesios 5:21) “Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros”. (Santiago 4:7)
¿Cuál sería el resultado de seguir estas instrucciones de Dios? Repeleríamos los ataques del diablo. En cuanto a llegar a casa sanos y salvos (al Cielo, a la Salvación, al perdón de pecados), lo cierto es que es únicamente mediante el elevadísimo rescate que Cristo el Señor tuvo que pagar con su sangre, dejando su gloria, haciéndose hombre como nosotros y muriendo en la Cruz del Calvario. Él se ofreció a sí mismo y derramó su sangre para comprarnos con ella y redimirnos de la esclavitud del pecado y del diablo: “sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación”. (1 Pedro 1:18, 19)
Pero precisamente porque Cristo nos salvó y ya somos salvos, debemos ocuparnos en nuestra salvación con temor y temblor porque la causa no es nuestra sino del Señor: “Por tanto, amados míos, como siempre habéis obedecido, no como en mi presencia solamente, sino mucho más ahora en mi ausencia, ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor” (Filipenses 2:12)
Y ahora sí que es relevante el examinar cómo nos comportamos porque ya somos suyos y tenemos una casa segura en los cielos: “Porque sabemos que si nuestra morada terrestre, este tabernáculo, se deshiciere, tenemos de Dios un edificio, una casa no hecha de manos, eterna, en los cielos” (2 Corintios 5:1)
Por último, la Biblia nos deja pautas muy prácticas para resistir al diablo:
"Por lo demás, hermanos míos, fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza. Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo. Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes. Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes. Estad, pues, firmes, ceñidos vuestros lomos con la verdad, y vestidos con la coraza de justicia, y calzados los pies con el apresto del evangelio de la paz. Sobre todo, tomad el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno. Y tomad el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios; orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y velando en ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos" (Efesios 6: 10-18)
¿Oramos? ¿Oras?
¿Oras en todo tiempo?
¿Oras en el Espíritu?
¿Perseveras en la oración?
¿Oras por TODOS los santos? ¿O sólo por algunos?