milagroJuan 9: 1-3

Al pasar Jesús, vio a un hombre ciego de nacimiento. Y le preguntaron sus discípulos, diciendo: Rabí, ¿Quién pecó éste o sus padres, para que haya nacido ciego? Respondió Jesús: No es que pecó éste, ni sus padres, sino para que las obras de Dios se manifiesten en él.

Probablemente nosotros haríamos preguntas semejantes al encontrarnos frente a alguien que esté pasando por circunstancias adversas o por una enfermedad tan frustrante como la ceguera que tenía el hombre de la historia narrada en Juan 9.

Una invalidez causada por un trágico accidente, una enfermedad hereditaria con graves secuelas, la pobre situación económica de un individuo o una familia, un ingreso en prisión por razones aún desconocidas, la muerte de alguien en “extrañas circunstancias”, etc. Pueden hacernos caer en el error de pre-juzgar a alguien sin tener cabal conocimiento de los hechos.

Nuestra primera reacción frente a situaciones similares, puede llegar a ser: ¿Quién sabe que habrá hecho éste en su vida para que haya llegado a esta situación?, se lo merecía, el que la hace la paga, el que la sigue la consigue, por buena gente no le habrá pasado. En fin, este y muchos otros cuestionamientos y razonamientos pueden pasar por nuestra
mente. Algunos puede que no necesariamente sean para juzgar negativamente a la persona aludida, pero otros en cambio nos pueden llevar a emitir un juicio determinante sin fundamentos sólidos.

El Señor Jesús en esta situación particular con este hombre ciego de nacimiento, no solo exculpó a la víctima sino también a sus padres:

No es que pecó éste, ni sus padres, sino para que las obras de Dios se manifiesten en él.

Si atrevidamente le insinuamos a los padres de un pequeño que sufre una enfermedad congénita por ejemplo, o un problema cardiaco, o una malformación física; que eso ha ocurrido porque ellos han pecado, o porque no están siendo fieles a Dios en alguna o todas las áreas de sus vidas; seguramente les ofenderíamos pues nos estaríamos anticipando a emitir un juicio sobre algo que desconocemos y de lo cual obviamente no tenemos certeza alguna. Estaríamos prejuzgando a esos padres solo en base a lo que nosotros consideramos como un “castigo divino”. Para los discípulos sólo había dos opciones: El ciego había pecado, o habían pecado sus padres.

¿PERO QUÉ DE LOS PROPÓSITOS DEL DIOS SOBERANO EN DETERMINADAS CIRCUNSTANCIAS?

En este caso, El Señor tuvo una respuesta muy clara y concisa, esto había ocurrido para que las obras de Dios se manifestaran en él. Probablemente nos parezca injusto que este hombre tuviese que pasar tantos años con esta minusvalía, pero Dios tenía un propósito y había llegado el momento de manifestarse a través de él.

Si le vemos después testificando de la grandeza de Dios sabremos que mereció la pena. Se encontró con el mismísimo Hijo de Dios quien le sanó y en quien posteriormente también creyó.

Cobran vida aquí las palabras de Eclesiastés 3:15: Aquello que fue, ya es; lo que ha de ser, fue ya; y Dios restaura lo que pasó.

Toda nuestra vida se desarrolla bajo los soberanos designios de la divina providencia. Los gozos, las tristezas; las adquisiciones, las perdidas; las enfermedades, la salud; y por supuesto la vida o la muerte. Nosotros no podemos por nosotros mismos cambiar las circunstancias, ni controlar los sucesos. Así fue determinado por Dios, “y lo ha hecho Dios para que delante de Él teman todos los hombres”. El Señorío absoluto es del SEÑOR, Él quiere ser conocido y obedecido por el hombre que ha de someterse a su designio, porque Él así lo ha establecido. Lo que ha de ser fue ya. Ya nuestro futuro al igual que el pasado es conocido por Dios.

En el caso particular de este hombre ciego como en muchos otros, aún lo que parece perdido, Dios lo restaura; porque en su sabia disposición Él lo tenía establecido en su plan para manifestarlo en su debido momento. Ahora Dios llama al pasado y lo relaciona con el futuro. Él restaura lo que pasó.

En el mismo Eclesiastés 7:13 dice: “Mira la obra de Dios; porque, ¿Quién podrá enderezar lo que él torció? En el día del bien goza del bien; y en el día de la adversidad considera. Dios hizo tanto lo uno como lo otro, a fin de que el hombre nada halle después de él.

Como dice Pablo: Así que no depende del que quiere, ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia… mas antes, oh hombre, ¿Quién eres tú, para que alterques con Dios? ¿Dirá el vaso de barro al que lo formó: ¿Por qué me has hecho así?... Romanos 9:16 y 20

La verdad de todo es que hasta la aflicción y las adversidades de la vida están deliberadamente permitidas en el plan infinito de Dios, de tal manera que desarrollemos una confianza y dependencia exclusiva y total en él.

Pablo dice. He aprendido a contentarme cualquiera sea mi situación. Filipenses 4:11. En la prosperidad, la buena salud y el éxito; hemos de ser agradecidos y gozarnos. Pero en la adversidad y en lo torcido de la vida, reflexionar. Ambas cosas las hizo Dios.

Siguiendo entonces la misma línea del tema que nos ocupa, hemos pues de tener extremada precaución con las apreciaciones que tenemos frente a ciertas situaciones que bien pueden confundirse con el motivo por el cual realmente están sucediendo. No nos corresponde a nosotros emitir veredictos ni sentencias, ya que están reservadas única y exclusivamente a Dios.

Así que, no juzguéis nada antes de tiempo, hasta que venga el Señor, el cuál aclarará también lo oculto de las tinieblas, y manifestará las intenciones de los corazones; y entonces cada uno recibirá su alabanza de Dios. 1 Corintios 4:5

Siendo muy contundentes al respecto, el mandato impartido por Jesús fue: No juzguéiz, y no seréis juzgados; no condenéis y no seréis condenados; perdonad, y seréis perdonados. Lucas 6:37 En este caso el Señor nos previene fuertemente en el sentido de no emitir un juicio severo contra alguien cuando realmente nosotros estamos en una situación similar de transgresión o aún peor.

Sin embargo, en Juan 7:24 parece que se permite un cierto margen de juicio que incluso es necesario en la Iglesia del Señor para preservar la santidad; pero que debe tener una característica muy especial SER JUSTO. Por tanto no debe ir cimentando en meras apariencias, ni hacerse antes de tiempo. No juzguéis según las apariencias, sino juzgad
con justo juicio.

NO ES QUE PECÓ ÉSTE, NI SUS PADRES, SINO PARA QUE LAS OBRAS DE DIOS SE MANIFIESTEN EN ÉL.

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