solDice la Biblia que hasta nuestros cabellos están todos contados. (Mt. 10:30).

¿Sorprendente verdad? Pues, si un detalle como ese no se escapa de las manos de Dios, cuanto menos los asuntos más complejos como son por ejemplo nuestros sentimientos, nuestros anhelos, nuestras debilidades, nuestras angustias; y que decir del bienestar de nuestros seres queridos, nuestra alma y más aún, LA ETERNIDAD.
Viene ahora a mi mente la pregunta que se plantea de varias maneras a Dios en la escritura:

“¿Qué es el hombre, para que tengas de él memoria…?” (Sal. 8:4).

“¿Qué es el hombre, para que en él pienses?” (Sal. 144:3).

“¿Qué es el hombre, para que te acuerdes de él?” (He. 2:6).

“¿Qué es el hombre, para que lo engrandezcas, y para que pongas sobre él tu corazón y lo visites todas las mañanas, y todos los momentos lo pruebes?” (Job 7:17-18).

Hay una respuesta para estos cuestionamientos: Dios nos creo y tiene un propósito para cada uno de nosotros. Por esta razón, en su amor nos predestinó “para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad” (Ef. 1:5).

La misma palabra de Dios define el termino predestinación en Efesios 1:4 “Según nos escogió en Él antes de la fundación del mundo…”

Entendemos por estas palabras que Dios nos escogió por medio de Jesucristo desde antes de la creación misma.

Entonces, si afirma que fuimos creados por medio de Él entendemos que fuimos creados por Él con un propósito muy definido: para Él. Si deseamos saber por qué y para qué estamos en este planeta, debemos empezar por Dios. Nacimos POR su voluntad y PARA su propósito.

No nos hicimos a nosotros mismos, ni mucho menos somos el producto del azar; por tanto no hay manera de que podamos respondernos a nosotros mismos para qué fuimos creados. Dios es nuestro punto de partida, nuestro creador, existimos sólo porqué él desea que existamos.

Job 12:10 dice: “En su mano está el alma de todo viviente y el hálito de todo el género humano”

Fuimos creados POR DIOS y PARA DIOS, sólo entendiendo esto empezaremos a hallar el sentido a nuestra vida. Sólo en Él encontraremos nuestro origen, nuestro sentido, nuestro propósito, nuestro significado, nuestro destino. Cualquier otro camino nos conduce a un callejón sin salida. La pregunta lógica es: ¿Cómo descubro entonces el propósito para el que fui creado?

Cuando queremos saber la función que ha de desempeñar determinado artefacto y la forma como funciona acudimos al inventor y a su manual de instrucciones; lo mismo sucede cuando queremos saber la razón de nuestra vida y como debemos conducirnos.

Acudamos a Dios, él nos ha dejado su manual de instrucciones con sus detallados parámetros a seguir. En la sagrada escritura Él nos da clara cuenta del porqué vivimos, en qué consiste nuestra vida, cuales deben ser nuestras prioridades, qué evitar, qué añadir a nuestra fe, qué nos depara el futuro, etc. Necesitamos pues fundamentar nuestra existencia en las verdades eternas y no en la psicología de moda, ni en nuestros deseos de éxito, ni en nuestras capacidades físicas, intelectuales o económicas.

Hallamos el propósito de nuestra vida, encontrándonos primeramente con Dios; la vida sin Dios carece de sentido. Dios es nuestro creador, lo que implica que no somos un accidente, ni el producto de un error; Dios nos hizo, no somos causa del destino, ni de la casualidad, ni de la suerte. Él nos creó con un propósito y lo cumplirá.
“Dios cumplirá su propósito en mí” (Sal. 138:8).

“Pero si Él determina una cosa, ¿Quién lo hará cambiar? Su alma deseó, e hizo. ÉL pues, acabará lo que ha determinado de mí…” (Job 23:13-14).

Dios no hace nada por simple antojo y sin objetivos, por eso nunca comete errores pues todo obedece a un plan para cada cosa que crea, para con cada ser humano. ¿Por qué hizo Dios todo esto? Porque es un Dios de amor, el amor es la esencia de su carácter divino y eterno; y ese amor desea trasmitirlo y lo ha hecho desde siempre.

La expresión máxima de amor hacia el hombre fue la entrega de su hijo Jesucristo en la cruz para salvarnos de la condena por el pecado.

“De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su hijo unigénito, para que todo aquel que en Él cree, no se pierda mas tenga vida eterna” (Jn. 3:16).

El Señor Jesús dijo: “El ladrón no viene sino para hurtar y matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia” (Jn. 10:10). Y todo ello está a nuestro alcance si le damos a Él la prioridad en nuestras vidas.

“Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas” (Mt. 6:33).

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