uvas“Todo pámpano que en mí no lleva fruto, mi Padre lo quitará; y todo aquel que lleva fruto, lo limpiará, para que lleve más fruto” Jn. 15:2

Cuando el Señor Jesucristo manifestó estas palabras a sus discípulos, quería hacerles entender que el fruto era necesario en su relación personal con Él. Llevar fruto en Jesús significa permitir que su Espíritu haga en nosotros la voluntad de Dios.

Sin embargo, estas palabras de Cristo requieren una consideración más que superficial. Resulta fácil leerlas y llegar a la conclusión de que si dejamos de llevar fruto, Dios nos quitará la salvación que nos ha dado; mientras que si seguimos llevando fruto, Dios seguirá limpiándonos para que llevemos más fruto.

En relación con este mismo texto, algunos creyentes piensan que Jesús nos está enseñando que tenemos que hacer buenas obras para mantener nuestra salvación. Sin embargo, esta interpretación es contraria a la doctrina bíblica que nos revela que la salvación no es por obras, sino por la fe en la Gracia de Dios.

Debemos fijarnos en la segunda parte del versículo, que describe dos tipos de fruto:

  1. El fruto de la Gracia de Dios cuando limpia al creyente.
  2. El fruto como resultado de esa limpieza.

El primero es el paso de la fe que una persona da cuando se reconoce pecadora y recibe al Señor Jesucristo como su Salvador. No hay otra forma para que Dios limpie de todo pecado a quien se arrepiente y busca su perdón.

El segundo se refiere a la certeza de llevar más fruto en Jesús. La clave está en cómo mantenemos diariamente la relación personal con Él, es decir, cuanto más cerca vivamos del Señor, mejor llegaremos a conocer su voluntad y más fruto podemos llevar de Él y para Él. Y a medida que permitamos que el Espíritu Santo produzca en nosotros el fruto conforme
a la voluntad de Dios, le estaremos agradecidos por habernos ayudado a llevar ese primer fruto en Jesús, el cual nos ha hecho pasar de la muerte a la vida.

Todo esto deber servir para enseñarnos que, si queremos hacer la voluntad de Dios, no podemos conformarnos con ese primer fruto, porque el Señor quiere que sigamos creciendo en nuestra vida espiritual y llevemos a diario el fruto que manifieste la presencia de su Espíritu en nosotros.

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