Tal vez, lector creyente, hayas experimentado que tu familia, amigos, y compañeros de trabajo no están contentos con tu conversión a Cristo: de hecho, quizá sean bastantes hostiles. "¡Te prefería cuando no eras cristiano!", dijo un hombre a un nuevo creyente. Ten ánimo, amigo mío; no eres tú el que les disgusta, sino tu Señor. No es que estén contra ti, sino contra el Evangelio que crees.
El Evangelio de la gracia de Dios es odiado y despreciado por los hombres carnales. El Evangelio de la gloria de Dios (la salvación que da a Dios toda la gloria, que comienza y termina con El, que mira a Él como la fuente, el origen, el dador y el don) es contrario a la carne. Ellos no tolerarán este mensaje de soberana misericordia ni recibirán a aquellos que lo creen y lo predican. Dos errores pueden caminar juntos en armonía, o al menos en paz, pero el error nunca aceptará la verdad y nunca le permitirá ningún lugar. Debe ser suprimida y negada. Si te atreves a declarar tu creencia en el soberano, electivo, infinito y eterno amor de Cristo, prepárate para las dificultades. Si tienes el valor de predicar las misericordias del pacto de Dios, la obediencia y sacrificio suficiente de Cristo y el llamamiento eficaz del Espíritu Santo, ten por cierto que sufrirás las mismas pruebas que aquellos que han andado el mismo camino anteriormente.
Uno de los grandes predicadores en el pasado de la gracia soberana dio cuatro razones para la actitud de los hombres naturales hacia la gracia de Dios.
- Dirigirse a todos los hombres como pecadores ofende la dignidad del hombre. Este rehúsa ser llamado pecador. No le importa admitir que no es perfecto, pero admitir que nació en pecado, sin Dios, sin fuerza, sin esperanza, no teniendo justicia, y un hijo de ira, nunca lo hará.
- El Evangelio de la revelación ofende la sabiduría del hombre. ¿Quieres decir que aparte de la obra vivificante del Espíritu Santo, aparte de la divina revelación, un hombre con cierta inteligencia y una adecuada educación no pueden entender el Evangelio que predicas? ¡Exactamente! Un hombre puede entender el libre albedrío, pero los misterios de gracia deben ser revelados. El cómo Dios puede ser justo y el que justifica es un misterio que ningún hombre entiende.
- La salvación como don gratuito ofende el orgullo del hombre."Iré a casa y oraré". Espero que lo hagas, pero la oración no salva: ¡es Cristo quien salva! "Daré mi dinero y serviré al Señor". Espero que lo hagas, pero las obras no salvan: ¡es Cristo quien salva! La salvación es el don de Dios, como lo es el arrepentimiento, la fe, y toda gracia. Este don gratuito es despreciado por todos aquellos que intentan establecer su propia justicia. Los hombres, por naturaleza, tienen que compartir la gloria aunque sólo sea en una pequeña medida. Su orgullo no le dejará suplicar misericordia y caer a los pies del Señor haciendo su sede en el polvo. "Un hombre puede entender el libre albedrío, pero los misterios de gracia deben ser revelados"
- Las demandas del señorío de Cristo ofenden el amor propio del hombre. Cristo es bienvenido como su Salvador del pecado, juicio e infierno, pero Cristo como Señor y supremo dictador de su corazón, mano, salud, hogar y herencia no está en sus planes. Bernard solía decir: "Sé quién decís que es vuestro Salvador, pero ¿quién es vuestro Señor? Sus siervos sois vosotros y su voluntad la haréis, y su compañía la tendréis por siempre". "Mi voluntad" es todavía la esencia del pecado, y "tu voluntad" es la suma y sustancia de la santidad. Ninguno puede servir a dos señores. ¡Cristo será el Señor de todo, o no será Señor en absoluto!