BpQL1zbCEAAtP2HCuando tantas voces se oyen clamando por una unión de las iglesias, cuando se hacen toda clase de esfuerzos para llegar a un acuerdo entre las iglesias no católicas y la iglesia de Roma, uno no puede por menos de preguntarse: ¿Fue la Reforma un pecado?

Ante tantos esfuerzos para una unión entre las iglesias, aun por encima de grandes diferencias doctrinales, con reuniones de oración por la unidad y toda clase de contactos ecuménicos, muchos han de preguntarse: ¿Fue la Reforma un movimiento de deformación del cristianismo?

Recordamos las causas y motivos que impulsaron en el siglo XVI este poderoso movimiento religioso llamado Reforma, y nos damos cuenta de que los más sobresalientes fueron:

1.- El buscar un camino seguro por medio del cual el hombre pueda ser justificado y llegar a Dios: encontrándolo en la Justificación por la Fe sola.

2.-También el determinar cuál es la suprema y suficiente autoridad en religión: restaurando así " la Biblia como la única y suficiente inspirada Palabra de Dios. Y si éstas fueron las más importantes razones que movieron a hombres de Dios a buscar la "reforma de la Iglesia", y también a salir de una iglesia que se resistía a ser reformada por la Palabra de Dios, ¿podemos pensar que fue el pecado de los reformadores el que provocó la Reforma con todas sus consecuencias?

Cuando quedamos fuera de toda clase de movimientos ecuménicos que buscan la reunión de las iglesias ciegamente, sin consideraciones doctrinales, parece como si algunos de nosotros debiéramos sentir el peso o la acusación de mantener el "pecado" de la división entre las iglesias cristianas.

Claro es que si reflexionamos un poco en las tendencias actuales de nuestro mundo "cristiano" e incluso protestante y también evangélico, nos preguntamos hoy: ¿Se manifiesta claramente como la justificación por la sola fe en la obra de Dios el espíritu religioso de nuestro mundo "cristiano"? ¿Es solamente la Biblia la base de fe y doctrinal de los cristianos de nuestro tiempo?

No hace falta mucha meditación ni demasiado estudio del cristianismo de nuestro tiempo para ver que, tanto dentro del catolicismo romano como en grandes sectores del protestantismo histórico, no es la "Sola Gracia" la que informa la fe de los cristianos modernos; ni tampoco es la Biblia ya la sola Palabra de Dios.

El hombre religioso se esfuerza más que nunca por añadir su obra de súper espiritualidad a la gracia de Dios. Las viejas tradiciones romanas se crecen, mantienen y aun se multiplican por otras "tradiciones de cuño y corte protestante que se añaden a la Biblia o se transliteran", y ya la Biblia no es para muchos la sola Palabra inspirada por Dios. Aun más, el cristianismo protestante, evangélico se repliega y vuelve hacia los medievales hechos prodigiosos del pasado, como si echase de menos toda esa religiosidad espectacular, efecticista y mágica que quedó atrás en el siglo XVI.

Y entonces, más que preguntarnos si no estaremos apoyando el pecado deformador de nuestros viejos reformadores, debiéramos de preguntarnos: ¿No está el mundo clamando por una nueva Reforma que haga recuperar en la Iglesia de Cristo el lugar que la Biblia ha de ocupar, con la autoridad y el poder que nunca debió de perder en el cristianismo?

Mientras llega una más visible y sonora respuesta, muchos dentro de una iglesia cristiana seguirán escuchando la voz de Dios: "Salid de ella, pueblo mío, para que no seáis partícipes de sus pecados, ni recibáis parte de sus plagas (Apocalipsis 18:4).

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