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Desde la Reforma Protestante hasta nuestros días, la justificación es, sin lugar a dudas, el punto más crítico de la Santa Biblia y, por consiguiente, el que más debates y controversias han generado al Pueblo de Dios.

Es, quizás, la pregunta más importante de toda la Teología Cristiana y fue también la razón de la Reforma iniciada por Lutero, lo que significó la división entre la iglesia Católica y la iglesia Protestante.

Unos afirman que sólo la fe en Cristo es lo que nos hace salvos, otros que somos justificados por las obras y un tercer grupo aseguran que son ambas cosas las que garantizan la vida eterna que Dios nos ha prometido. Pero también hay creyentes que opinan que la salvación, una vez ganada por la Gracia del Señor Jesucristo, se puede perder. Y aquí nos encontramos con el mayor punto de inflexión con el que nos enfrentamos los creyentes.

Desde este humilde artículo vamos a analizar, hasta donde el Señor nos lo permita, lo que entendemos sobre este tema tan difícil, pero a la vez tan fácil de entender a la luz de las Escrituras que son la Fuente Inspirada de Dios sobre su Palabra.

Antes de responder a la pregunta objeto de este artículo vamos a definir el término “cristiano”, pues nos dará claridad suficiente para comprender la respuesta final a esta importante cuestión.

¿QUÉ ES UN CRISTIANO?

Así, un cristiano no es una persona que dice profesar la fe o que asiste a todas las reuniones de su congregación; o que ora con frecuencia en público y se implica en todas las causas justas; o que es piadoso y se comporta como un verdadero creyente; tampoco lo es aquel que ha crecido en una familia cristiana. No, eso no es ser cristiano. Un cristiano es una persona que ha recibido por fe a Jesucristo y ha confiado plenamente en Él como su único Salvador (Juan 3:16; Hechos 16:31; Efesios 2:8-9).

EL NUEVO CAMINO

Un cristiano criatura nueva es. “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas” (2 Corintios 5:17). Estos versículos son claros y nos revelan que toda persona que “está en Cristo” ha sido convertida en nueva criatura. También este ha nacido de nuevo (Juan 3:3); ha sido salvado (1 Timoteo 1:15), ha sido perdonado (1 Juan 2:12); ha sido reconciliado con Dios (Colosenses 1:21); ha sido justificado por la fe (Romanos 5:1); y como galardón, ha sido unido a Cristo (Juan 15:5). Para que un cristiano perdiera la salvación, la nueva creación tendría que ser revertida y cancelada.

Un cristiano es redimido. “Sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación.” (1 Pedro 1:18-19). La palabra “redimido” se refiere a una compra que ha sido hecha, a un pecio que ha sido pagado. Para que un cristiano perdiera la salvación, Dios tendría que revocar Su compra por la que pagó con la preciosa sangre de Cristo.

Un cristiano es justificado. “Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo.” (Romanos 5:1). “Justificar” significa “declarar justo.” La justificación es la obra soberana de Dios por la cual Él declara justo al pecador, y satisfechas las legítimas demandas de la Ley. Todos los que reciben a Jesucristo como Salvador son “declarados justos” por Dios porque la gracia y el amor de Dios justifica al pecador (Romanos 3:24), esta justificación no la gana el hombre (Gálatas 2:16), Dios justifica sobre la base de la justicia de Jesucristo y su muerte expiatoria por los pecadores (Romanos 5:8-9), la justificación acredita la justicia de Cristo (Romanos 4:20-25) y, así, la justificación quita la culpa del pecado (Romanos 8:1).

La justificación es una vez y para siempre. No hay grados ni etapas en tu vida. Si eres pleno en Cristo, la justificación es eterna. Para que un cristiano perdiera la salvación, Dios tendría que desdecir lo dicho en su Palabra y retractarse de lo que Él declaró previamente.

A un cristiano se le promete la vida eterna. “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en Él cree, no se pierda, más tenga vida eterna.” (Juan 3:16). La vida eterna es una promesa para siempre. Dios promete “cree, y tendrás vida eterna.” Para que un cristiano perdiera la salvación, la vida eterna tendría que ser retirada. Si a un cristiano se le ha prometido vivir para siempre, ¿cómo entonces puede Dios romper esta promesa, quitándole la vida eterna?

A un cristiano se le garantiza la glorificación. “Y a los que predestinó, a éstos también llamó; y a los que llamó, a éstos también justificó; y a los que justificó, a éstos también glorificó.” (Romanos 8:30). Si la justificación es manifestada al momento de la fe (Romanos 5:1), de inmediato la glorificación se garantiza a todos aquellos a quienes Dios justifica. Si un cristiano pudiera perder la salvación, entonces Romanos 8:30 es un error, porque Dios no puede garantizar la glorificación para todos aquellos a quienes Él predestinó, llamó, y justificó.

Podríamos citar y estudiar muchísimos puntos que nos garantizan la salvación. Pero creemos que aún con estos pocos tenemos suficiente claridad para poder aseverar que un cristiano no puede perder la salvación. Si la salvación pudiera perderse, todo lo que la Biblia dice que ocurre cuando se recibe a Jesucristo como Salvador, sería invalidado. La salvación no puede ser revertida. Una vez que somos nuevas criaturas, no podemos ser des-creados. La redención no puede ser deshecha. Si un cristiano perdiera la salvación, Dios tendría que retractarse de su Palabra y cambiar de parecer; dos cosas imposibles, pues la fidelidad de Dios es inmutable.

PREGUNTAS CON RESPUESTA

Las réplicas más frecuentes a la doctrina de salvación son, entre otras: ¿Y qué hay de aquellos que son cristianos y continuamente viven una vida inmoral? ¿Qué pasa con aquellos que son cristianos, pero luego rechazan la fe y niegan a Cristo? La respuesta es otra pregunta: ¿Son realmente cristianos? La Biblia declara que un verdadero cristiano ya no continuará viviendo una vida inmoral (1 Juan 3:6). Así mismo, declara que alguien que se separa de la fe, demuestra que realmente nunca fue un cristiano (1 Juan 2:19).

EL CASO DE JUDAS ISCARIOTE

Con este pequeño análisis esperamos ayudar a todos aquellos cristianos que aún no tienen claro esta Gracia Misericordiosa que Dios ha regalado a todos los que han confiado plenamente en Cristo como su único Salvador (Hechos 16:31; Efesios 2:8-9).

Sí leemos en Juan 6:70 podemos tener una respuesta certera: “¿No os he escogido yo a vosotros los doce, y uno de vosotros es diablo?” Está claro que Jesús hablaba, sobre todo, de Judas.

La elección de Judas no fue una elección para salvación, sino para servicio (Hechos 1:17). El Señor Jesús sabía desde el principio quién lo entregaría (Juan 6:64). Sabiendo lo que Judas era, aun así lo eligió. Pero fue usado según los planes Divinos de Dios para llegar hasta la cruz. Los doce habían estado juntos desde el principio con Jesucristo (Juan 15:27). Resulta, pues, paradójico el hecho de no admitir que el Señor conocía el caso de Judas cuando este fue elegido (omnisciencia).

“Cuando estaba con ellos en el mundo, yo los guardaba en tu nombre; a los que me diste, yo los guardé, y ninguno de ellos se perdió, sino el hijo de perdición, para que la Escritura se cumpliese” (Juan 17:12).

Todos los que el Padre le entregó fueron salvos, excepto Judas que por predestinación Divina, nunca aceptó a Cristo como su Salvador y está perfectamente claro que no era uno de aquellos que el Padre había dado al Hijo: “De los que me diste, no perdí ninguno” (Juan 18:9). Los once estaban limpios,” aunque no todos” (Juan 13:10, 11).

Judas era sólo un profesante como muchos cristianos de hoy día; que viven como tal, pero sólo en apariencias. Su corazón, su mente y su cuerpo no son de Cristo, sino de perdición, y son de la clase que se indica en Mateo 7:21-23, donde el Señor dice de éstos: “Nunca os conocí.”

Si se perdiere la salvación y Judas hubiere sido una de sus ovejas, Jesús tendría que haberle dicho: Una vez te conocí, pero hoy ya no te conozco; mañana tal vez te conozca… Éstos nunca fueron suyos, a pesar de las apariencias y de haber realizado milagros.

CONCLUSIÓN

No, un cristiano no puede perder jamás la salvación. Nada puede separar a un cristiano del amor de Dios (Romanos 8:38-39).

Nada puede arrebatar a un cristiano de la mano de Dios (Juan 10:28-29). Dios quiere y tiene el poder para garantizar y mantener la salvación que Él nos ha dado: “Y Aquel que es poderoso para guardaros sin caída, y presentaros sin mancha delante de su gloria con gran alegría, al único y sabio Dios, nuestro Salvador, sea gloria y majestad, imperio y potencia, ahora y por todos los siglos. Amén.” (Judas 1:24-25)

REFLEXIÓN

Si aún te quedan dudas, (no pretendemos ser tu faro de luz esclarecedora que sólo es Cristo), te animamos a escudriñar las Escrituras y a preguntarte a ti mismo algunas de estas preguntas: ¿Es tu corazón, tu cuerpo y tu mente de Cristo? ¿Confías plenamente en Él? ¿Consideras suficiente para ti el plan perfecto de la Cruz?...

Que el Espíritu Santo nos dé la sabiduría suficiente para discernir la absoluta verdad y nos ilumine el camino en Cristo Jesús, que nos conduce a su morada prometida: La vida eterna.

¡A ti Señor sea la Gloria!

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